C. C. Residencia 80 - Artículos

 

Carlos Moukarzel

Crónica de mi Ciclomaratón (brevet) de 600 kms.

(26-27 de mayo de 2007)

Completar esta brevet dentro de los tiempos estipulados, constituía un requisito para inscribirse en la París-Brest-París (1200 kms.) a realizarse entre el 20 y 23 de agosto de 2007.

Antecedentes:

Días antes de la brevet de 600 kms., preocupado porque durante el mes de mayo no había podido entrenar y sólo me había subido a la bici los días 6, 13 y 19 de mayo para participar en las pruebas ciclistas de Los Degollaos (135 kms.); Terra de Remences (175 kms.); y Moratalla (175 kms.), le escribo un mail a Domingo Santos (organizador y participante de las brevets y, en buena parte, “culpable” de nuestro entusiasmo) manifestándole que me preocupa mi falta de entrenamiento y pidiéndole una respuesta lo más “objetiva” posible.

Me responde –entre otras cosas-: “hola Carlos, estás sobradamente preparado  (…) así que no te desanimes y al “tajo”, que verás que te lo pasas muy bien”.  Que iluso yo con mi consulta...

El día anterior a  la brevet, dentro de los preparativos de la ropa, comida y líquidos para llevar, me ocupo de manera especial en instalar un mejor sistema de luces, considerando lo que padecí con el pedaleo nocturno en la “famosa” y lluviosa brevet de 400 kms. en abril pasado.

El sábado 26 de mayo, día del comienzo de la prueba,  llego a las 06:30 hrs. al Bar Pablo en Massamagrell, donde recojo el carnet de ruta y desde donde comenzaremos nuestro largo recorrido a las 07:00 hrs.

Tan pronto veo a Domingo, le digo: - “el siquiatra vendrá más tarde”,

a lo que él me comenta: - “y… ¿quién es? ¿de dónde viene?”

Lo decía suponiendo que era un participante al que no conocía o no recordaba…

Yo le había dicho aquello como una broma ironizando por nuestra presunta ( o evidente) locura jajaja.

Los minutos previos a la partida pasan rápidos, entre los ajustes de la bici y los saludos a los compañeros que voy reconociendo y que me alegro de volver a ver.

De los treinta y tantos que somos, sólo una mujer: Irma, de las Islas Baleares. La procedencia es variada y, por lo que sé, además de las Islas Baleares, han venido de Madrid, de Cataluña, de diferentes provincias de la Comunidad Valenciana, y quizás de otros lugares. En cuanto a las edades, de los veintialgo que supongo tiene un simpático compañero del C.C. Pedreguer, a los sesenta y seis de Joaquín Rodríguez, experimentado ciclista que viene de Madrid y que, entre otras “estrellas” en su currículo, tiene las dos últimas París-Brest-París (1999 y 2003).

Salimos bastante puntuales, con luz natural y con una agradable temperatura. Rodamos en un gran grupo rumbo al primer control en el Bar Abetos en el pueblo de Alborache, al que llegamos luego de ascender un duro repecho y habiendo cumplido los primeros 76 kms. en 2 horas y 42 minutos.

Allí, luego de la firma y del sello en el carnet de ruta, compartimos un fraternal y apetitoso “almuerzo” (como llaman en la Comunidad Valenciana al habitual “acto gastronómico” de media mañana) con olivas, cacahuetes, algo de ensalada, un enorme bocadillo, bebidas con y sin alcohol y cafeces varios. De p.m.

Aunque está todo muy bueno y agradable, hay que seguir, y con la idea de ir con el grupo principal rumbo al 2º control, que queda en Casas Ibáñez en el km. 165,  me uno a un grupo grande que va partiendo. A poco de salir, algunos se quedan un poco y me encuentro con solo 6 ó 7 compañeros que rodamos sin pausa y sin prisa, suponiendo que nos alcanzará pronto el grupo principal.

Algunos de nuestro grupo ponen un ritmo más rápido y Joaquín de Madrid, Francesc de Cataluña y yo, decidimos ir más “tranquilos”. Empieza a fastidiar el viento, hay bastantes repechos y queda mucho por delante.  En la conversación, me voy enterando que ellos ya han participado en ediciones anteriores de la París-Brest-París (PBP). Ambos hablan maravillas de esa prueba y yo procuro conocer detalles. Me entusiasmo y reafirmo mi voluntad de completar esta brevet en la que voy participando, que para los que no lo saben, es un requisito obligado para poder inscribirse en la PBP.  Veremos dijo el ciego.

La charla y la afinidad que surge, junto a la belleza del paisaje, nos ayudan a superar las dificultades que nos ponen los repechos y el viento. Los kms. van pasando,  y sin alcanzar ni ser alcanzados por nadie, llegamos al 2º control, en el Hotel Aro’s de Casas Ibáñez, en cuyo restaurante disfrutamos de una excelente comida. En este 2º tramo hemos pedaleado casi 4 horas.

Bien alimentados y con ganas de dormir una siesta, iniciamos el tercer tramo de la jornada. Salimos un grupo grande, del que a ratos se “descuelgan” algunos. En ocasiones nos reagrupamos en alguna parada de las que hacemos para  proveernos de líquido, de algún alimento o para ponernos el chubasquero porque comienza a llover. Ya llevamos más de 220 kms. y empiezo a tener uno de mis momentos más difíciles. Alfredo, un fraternal compañero del CC Banyeres de Mariola, experimentado en estas pruebas, con el que hemos tenido varios momentos de interesante charla, se acerca a contarme cosas. Yo lo escucho entretenido, pero en determinado momento le confieso que le contesto poco o nada, porque voy “justito” o “jodido”. Se ríe afectuosamente y me dice que se ha dado cuenta y que lo hace para ayudarme. Procuro y me mantengo en el grupo del que se “descuelgan” algunos. Quiero llegar cuanto antes y, ojalá, en el grupo en el que voy, a Munera en el km. 268, donde he escuchado que haremos una parada a merendar. ¡Mamá! ¡mare meua! ¡Ay mare! … digo en pensamiento y a ratos de palabra, en castellano y en catalán-valenciano, como un acto reflejo básico… de desahogo, de delirio y/o de autoestimulo. Voy bastante cansado. Por mi experiencia, sé que todo pasa… lo bueno y también los malos momentos. El problema en este caso, es… ¡cuándo! 

Percibo que vamos llegando a Munera… que alegría. Pero, oh sorpresa… cruzamos el pueblo y seguimos de largo… no tengo ánimos ni para preguntar qué pasa… voy suponiendo que igual pararemos pronto y felizmente así ocurre. Desde el control anterior, llevo unas 6 horas de pedaleo.

Un café con leche y unas barritas de cereales que me regaló Martín Abad –de bicicletas Abad en Valencia-, me resultan una merienda deliciosa. Un poco de estiramientos, algo de descanso y el “alma me vuelve al cuerpo”. Ya ha dejado de llover, hay menos viento, pero quedan más de 40 kms. y pronto oscurecerá. Por lo que me ha contado Alfredo,  el trayecto que queda es un continuo sube y baja y puede resultar muy pesado. Algunos compañeros comienzan a salir y le comento a Domingo el “guía y líder”, además de organizador y participante, que me gustaría ir saliendo para ir a mi ritmo hasta que me alcance el grupo. Así lo hago; “curiosamente” me siento bien y al poco rato alcanzo y adelanto a un par de compañeros que quieren mantener su ritmo. Oscurece y me voy reconciliando con pedalear de noche. Llevo mi chaleco reflectante, buen sistema de luces y la carretera es excelente, bien demarcada y muy poco transitada. Valoro una vez más lo útil que resulta mi espejo retrovisor que llevo adosado al casco, el que me permite distinguir sin esfuerzo los vehículos o ciclistas que vienen por detrás. En cierto momento percibo unas lucecitas que se acercan: son tres colegas de Yecla que me adelantan; me pongo a rueda, pero luego de unos minutos asumo que no es “mi tren” y me descuelgo.

Continúo inmerso en mis sensaciones, esta vez muy agradables. Voy sólo, pero de alguna manera me siento acompañado por la relación implícita y próxima con los compañer@s de aventura que van adelante o atrás. La tranquilidad de la noche, el cielo de nubes y estrellas; la relativa proximidad del final de la etapa que al parecer cumpliré sin mayores problemas y la curiosa sensación del camino que a ratos se hace más pesado o más fácil, al no percibir con suficiente antelación las subidas y bajadas, hace agradable y entretenido este tramo.

En cierto momento me cruzo con un par (o más) de compañeros que vienen de vuelta y que han decidido hacer todo el recorrido sin parar a dormir (esos van mejor “de piernas” que nosotros… aunque quizás, están peor “de la cabeza”… jajaja).

De repente, vislumbro por mi espejo retrovisor un conjunto de lucecitas, como un enjambre de luciérnagas que está próximo a alcanzarme. Son unos 7 u 8 compañeros entre los que vienen Domingo Santos, Alfredo y otros con los que he hecho gran parte de la etapa. Vienen en fila y me pongo como vagón de cola en un tren que para mi gusto y sensaciones va rápido, pero aunque no me sobran energías, tampoco me faltan para seguirlos.

En los kms. finales de esta etapa, ya hemos pasado los 300, el asfalto se presenta deteriorado, pero la visión de las luces de Ruidera ayuda a soportarlo. Atravesamos el pueblo, nos desviamos a la izquierda y luego de unos 800 mts. por la carretera de las lagunas,  llegamos al Hotel Matías.

Deben ser como las 23 hrs. y desde Munera he pedaleado cerca de una hora y media. Salimos de Massamagrell a las 7 de la mañana, hemos tenido las paradas ya comentadas y hemos pedaleado, por lo menos yo, alrededor de 14 hrs. El personal del hotel nos espera para servirnos la cena. Van llegando compañeros y entre ellos Irma, de Baleares que se la ve muy cansada. Algunos, no harán la etapa del día siguiente. Entre ellos Domingo, que se volverá a Valencia porque debe cumplir deberes cívicos como presidente de una mesa de votación en las elecciones del domingo 27. Subo a mi habitación, donde la ducha, al igual que la cena, las horas de sueño y el desayuno, me resultan maravillosas.

Domingo 27 de mayo

La mayoría de los “sobrevivientes” desayunamos a las 06:30 para salir a las 07:00. Unos pocos han salido antes y otros aún “enredados en las sábanas” lo harán más tarde. Los comentarios y los deseos son que el viento que en la jornada anterior fue en contra durante buena parte del trayecto, esta vez nos favorezca.

Cuando tomo mi bici para iniciar el regreso, me doy cuenta que mi rueda trasera tiene roto un radio, con lo cual en cada giro roza fuertemente en las zapatas del freno y tiende a frenarse. ¡Me c…@¡&*#”0!.  Además está lloviendo… ¡La p…%&$*! Pregunto a los compañeros que están por allí, si alguien tiene una llave de radios para intentar enderezar un poco la rueda, pero ninguno de ellos tiene. Y, ¿desde cuándo que llevaré la rueda así?, me pregunto. Aparte de lo que piense o sienta, tengo que proceder rápido y en un alero del hotel, para protegerme de la lluvia, procedo a soltar la herradura del freno trasero, para evitar el roce de la rueda con las zapatas.  Ya veré más adelante, quizás en el próximo control en Tarazona de la Mancha, a unos 100 ó más kms., qué hacer. La lluvia nos acompaña durante una hora o más y percibo que rodamos con relativa facilidad. Algún compañero pincha una cubierta, algunos se detienen a ayudarle y otros a sugerencia de los primeros, vamos rodando más lento y esperándolos. Una vez reagrupados, como durante casi todo el trayecto de regreso, vamos bastante rápido con la ayuda del dios Eolo. Algún compañero me dice que otro, “el bombero”, lleva una llave de radios y que en el próximo control intentaremos reparar la rueda. José María Benayas, experimentado brevetero, me dice y reitera que debo consultar si en alguno de los vehículos de la gente de control hay alguna rueda disponible. Efectivamente, en el control de Tarazona de la Mancha, donde hacemos una parada para “almorzar”, Domingo Santos que ha dejado en la mesa de votación de Massamagrell al suplente, y que ha vuelto para colaborar desde el coche, me facilita su rueda trasera.

El trayecto hasta el control Nº 5, el 2º del domingo, lo hacemos a buen ritmo. A ratos me molesta la región lumbar y la parte alta de la espalda, pero en general voy bien. Paramos a comer en un restaurante por Minglanilla, en cuyo menú podemos elegir entre tres primeros y tres segundos platos. Yo decido elegir mis 2 platos entre los que están de “primeros”: quiero gazpacho y luego macarrones, pero esa posibilidad no es compartida por la camarera… quién al final accede, pero decide que 1º los macarrones y luego el gazpacho.

Luego del postre y el café, cuando nos aprestamos a salir, un compañero que toma mi bici para sacar la suya, no se da cuenta que tengo el casco colgando de la bici y de alguna manera engancha y rompe el espejito retrovisor que llevaba adosado.

Con la barriga “llenita” y otra vez con ganas de dormir la siesta, seguimos al siguiente control en Utiel en el km. 500. Innumerables veces dirijo la mirada un poco arriba a la izquierda hacia el espejito ausente.

En el 5º control, la firma y el sello correspondiente, bebidas, café y con la colaboración del viento, tomamos dirección a Massamagrell. Vamos un nutrido grupo y con varios de los que lo integran, he hecho gran parte de la brevet. Alfredo, ciclista de Banyeres y grandísimo compañero, cada tanto testea como voy.

Antes del final, a unos 20 ó 30 kms., hacemos una parada en una gasolinera a “eliminar” y reponer líquidos, y a tomar helados. Ya falta poco y aunque me siento físicamente en condiciones y estoy contento y gratamente sorprendido por lo que llevo realizado, estoy a la vez un poco harto de la bici. Se entiende ¿no?

Antes de una hora ya vamos ingresando a Massamagrell, rumbo al Bar Pablo, lugar de finalización de esta extraordinaria aventura.

En la vuelta me salen según mi Polar, 290 kms. en 9 horas, 58 minutos a una media de 29 km/h. Ya han llegado unos cuantos compañeros y de a poco van llegando más. Llega junto a Sinto, un fraternal compañero de Baleares, Irma, su coterránea, con una gran sonrisa. Ha completado un trayecto que a mitad de camino le parecía imposible.

La jornada termina ese día en lo físico y en la convivencia directa, pero las sensaciones y los recuerdos de tantos intensos y variados momentos, de lo físico, mental y social que caracterizan a estas “locuras”, seguramente nos acompañarán por mucho tiempo. Y seguramente estaremos en contacto y nos volveremos a encontrar. Cuántos cosas más allá de pedalear ofrece la bici…

La faena cumplida nos permite la inscripción y alimenta la ilusión de la París-Brest-París. Veremos dijo el ciego.

Para terminar, quiero decir que ofrezco este relato a los familiares, a los amigos, a los compañeros de la Peña, de la ciclolista, de amigos del ciclismo y, en general, a los que me apoyaron y a los que tengan curiosidad por estas cosas.

Dentro de los agradecimientos y/o reconocimientos, el mayor para Ximena, mi sensacional compañera en la vida; para Domingo y su familia que hacen posible, amena y llevadera esta aventura de las brevets; para los compañeros de pedaleo, de ésta y de las anteriores brevets; para Martín y Valentín, de Bicicletas Abad, por su eficiente y cálida atención. Reitero, para todos los que se han interesado y me han apoyado en estas historias.

Carlos Moukarzel desde Valencia (carlos19849@yahoo.es)